jueves, 29 de enero de 2009

No ponga un ERE en su vida

El ser humano tiende a simplificar el lenguaje que utiliza para comunicarse. Y las siglas siempre han sido un recurrido comodín del que habla o escribe a la hora de ahorrar palabras. Unas, por lo conocidísimo que es aquello a lo que se refieren, otras por el uso insistente, casi diario, que se hace de ellas, y otras por ambas cosas al mismo tiempo, ya casi nunca necesitan traducirse al conjunto de palabras en las que tuvieron su origen.

Algunos acrónimos, incluso, ya son términos propiamente dichos y han pasado a engrosar el diccionario, como es el caso de ovni, láser, radar, inri o sida; otros, como cedé, deuvedé, emepetrés, puede que no tarden mucho en hacerlo.

Pero hay algunas siglas que, por mucho que se intente, lo más probable es que no sigan el mismo camino que otras. Es el caso, por ejemplo, de ERE, acrónimo de la expresión "expediente de regulación de empleo". La actual crisis económica obliga a hablar de este tema más de lo que sería deseable, pero está claro que la reciente aparición de esta forzada simplificación del lenguaje obedece más a las necesidades físicas de los titulares de los medios impresos que a otra cosa.

Resulta un término difícil, no porque sea impronunciable, sino por la artificiosidad de su pronunciación. Si tiene usted que escribir sobre ello (espero que no sea por experiencia propia), escríbalo si quiere, pero, por favor, no ponga un ERE en su boca. Tampoco es tan extensa la expresión a la que alude, ¿no?


1 comentario:

  1. Mejor sería si no hubiera que hablar nunca de EREs, pero sí, tienes razón, suena un poco raro cuando lo dices.

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