lunes, 9 de febrero de 2009

Que dejen (descansar) en paz a Eluana

Tengo treinta y ocho años. Los mismos que Eluana Englaro. He pasado los últimos diecisiete años de mi vida riendo, llorando, aprendiendo, trabajando, queriendo, sufriendo, sintiendo, soñando... En una palabra: viviendo. Pero ella no. En contra de lo que algunos opinan, yo no creo que pueda llamarse vida a los últimos diecisiete años de Eluana. Durante todo este tiempo han ido cayendo una detrás de otra las hojas del calendario mientras ella permanecía postrada en la cama de un hospital, en coma irreversible. Su cuerpo ha sido mantenido en este mundo de forma artificial, alimentado por medio de sueros y otras sustancias químicas.

Antes del accidente que le llevó a esta situación, Eluana ya había manifestado de forma inequívoca que no hubiera querido, llegado el caso, que se le prolongase la vida artificialmente. Éste era su testamento vital; sus seres queridos debían tenerlo presente si algo le ocurría. Por eso, su familia lucha desde hace más de diez años para que se cumpla la voluntad de Eluana.

Sin embargo, la ley italiana no se lo ha permitido hasta el pasado mes de noviembre en que una sentencia del Tribunal Supremo que autoriza, colándose por un vacío legal, la desconexión de la sonda a través de la cual se le alimenta ha abierto un resquicio para la esperanza. Y para la polémica. Desde la Iglesia hablan de asesinato. Algunos opinan que acabar con la vida de Eluana es una abominación porque en su estado –son palabras que se comentan por sí solas– podría incluso concebir un hijo.

Las autoridades del país, empujadas por todos estos totalitaristas católicos, y con Berlusconi a la cabeza, insisten en buscar la manera de impedir que se lleven a cabo los planes de la familia Englaro. Incluso cambiando la ley de forma precipitada. Sin embargo, hace dos días que, por fin, se le ha dejado de alimentar en la clínica ‘La Quiete’ de Udine, su localidad natal, iniciándose con ello un lento camino hacia el final que podría durar dos o tres semanas, si nadie lo impide antes.

Tomar una decisión como ésta no ha debido de ser nada fácil para la familia de Eluana. Pero imagino que no habrá sido menos duro para ellos permanecer día tras día junto a su cama, durante todos estos largos años. Al principio, esperanzados en que despertase, en que les escuchase, en que les sintiese, mirándole, hablándole, cogiéndole de la mano, mimándole…; después, abatidos por no encontrar la manera de acabar con todo ese sufrimiento; ahora, de nuevo esperanzados en ver cumplida la voluntad de Eluana.

La vida es importante, sí, pero mucho más importante es poder vivirla dignamente. Puede que esto suene a frase hecha, pero es una gran verdad. En determinadas situaciones, no debería insistirse en mantener a toda costa la vida de nadie en contra de su voluntad. Por eso, quiero unir mi voz a otras muchas que claman desde hace tiempo con insistencia en favor de la regulación de la eutanasia, y pido que dejen en paz a Eluana, que le dejen descansar de una vez por todas, tal y como ella hubiera querido.

1 comentario:

  1. Pocas horas después de publicar este post, Eluana fallecía a consecuencia de una parada respiratoria. El frágil hilo que le unía a la vida se rompió antes de lo previsto. Espero que ahora, después de todo este largo sufrimiento, por fin puedas descansar.

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