lunes, 2 de febrero de 2009

Robar pizza sale muy caro

Dos jóvenes madrileños se encuentran en prisión preventiva desde el pasado 28 de diciembre, día de los inocentes, por robar unas pizzas. Al parecer, aquel día, estando con más colegas, les entró el hambre y no dudaron en derribar de un empujón a un repartidor para arrebatarle la mercancía y saciar su apetito. A continuación, hicieron desaparecer las pruebas dentro de sus estómagos en el mismo banco del parque en el que les localizó la policía poco después de que se formalizara la denuncia.

Los sospechosos fueron detenidos y puestos ante la autoridad judicial, trámite habitual en estos casos. Lo sorprendente es que el juez instructor del caso decidió que no se trataba de un simple hurto, sino de un robo con violencia, el mismo tipo jurídico que se aplicaría al atraco de una joyería a punta de navaja, para que nos entendamos. Como consecuencia de ello, los ladrones de pizza acabaron en prisión y allí se encuentran desde entonces, para evitar su huida, en espera del juicio. La polémica está servida.

Ahora, cuando estos chicos llevan ya más de un mes en la cárcel, sus padres recorren los platós de televisión clamando por la libertad de sus hijos y comprometiendo su palabra en que evitarán la fuga. No hay que perder de vista el hecho de que ni siquiera se fueron del lugar del ‘crimen’, bien sea porque andaban sobrados de chulería o porque estaban convencidos de la poca importancia de lo que habían hecho. Tal vez creyeran que el repartidor no tendría el valor de denunciarles o que, de hacerlo, la policía no podría hacer nada contra ellos. Pero no huyeron.

No cabe duda de que la acción es totalmente reprobable y de que merece un escarmiento, pero el agravio que se produce al comparar lo sucedido y sus consecuencias con otros casos sobre los cuales se ha pronunciado antes la Justicia es evidente. Y no digamos ya si se compara con aquellos otros casos que ni tan siquiera han tenido ni tendrán que responder ante ella. Pero esto ya es otro tema. La cuestión es que el castigo debería ser proporcional al daño producido, y no puede ser que el resultado sea uno u otro según quién sea el juez que se encargue del caso o el día que tenga.

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